De la tierra y el corazón a la memoria

MiVino 306

Un día escuché una afirmación sobre vinos que me ha dado mucho que pensar. «Hay vinos que nacen del entorno y otros que nacen del corazón».

En el caso de Viña Lidón, tiene ambas componentes creativas. Plantada en 1982 por el padre de Félix Martínez, alma máter de este proyecto tan íntimo, esta pequeña parcela de menos de media hectárea en tierras valencianas guarda un relato muy hermoso: cada viña lleva el nombre de una nieta nacida en el momento de su plantación.

De ella surge un blanco que ha desafiado al tiempo y a los prejuicios. En 1996 vio la luz su primera añada. Cuenta Félix que las vendía a 1.000 pesetas, y muchos lo consideraron una locura: ¿un vino blanco, valenciano y con aspiraciones? Hoy, esa locura es un testimonio de constancia, intuición y amor por la tierra.

Esta cata vertical es un homenaje a esa evolución silenciosa y firme. A cada vendimia que supo respetar la identidad del viñedo, dejando hablar al terroir con más claridad año tras año.

Desde las escasas botellas que quedan de 1996 (tan solo dos) hasta las añadas más recientes, Viña Lidón muestra que el tiempo no desgasta, sino que afina. Que la verdad de un vino puede latir durante décadas cuando nace del vínculo entre la tierra, la familia y la pasión.

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Vera de Estenas
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