Nuestro Origen
Muchos años después, leyendo frente a la fachada de su casa, Francisco Martínez Bermell había de recordar aquella tarde remota en que su abuela Filomena lo llevó a conocer la bodega de su familia. El Grao era entonces un pueblo pequeño, industrioso y marinero donde, años atrás, su bisabuelo, Don Pedro Pons, construyó en la calle de los Hierros, muy cerca del puerto, su nueva bodega. El niño quedó impresionado ante los profundos depósitos, las altísimas escaleras de caracol, los innumerables conos y barricas de roble. Nunca iba a olvidar el aroma del aire que allí se respiraba. Pasados veinte años, mientras Europa se encontraba en plena guerra mundial, mi padre se instaló en Utiel para dirigir una bodega de elaboración para Hijos de Pons Hermanos, la empresa de su familia. Pronto, en Requena, conoció a mi madre y, poco después, se estableció por su cuenta. Trabó amistad con Don Pascual Carrión, entonces director de la Estación Enológica de Requena, un auténtico sabio que le mostró que en estas tierras se podían cultivar las mejores uvas y que con ellas podía elaborar y criar grandes vinos. A mitad de los años ochenta, ya instalado en la Casa Don Ángel y ayudado por mis hermanos mayores, sacó al mercado nuestros primeros vinos embotellados.
El sol se ponía tras los viñedos y mi padre, que estaba a punto de cumplir noventa años, sonreía recordando cómo su tío Pedro le explicaba, bajo la atenta mirada de mi bisabuela, que ese era aroma de bodega limpia, de uvas sanas, de frutas y minerales, de bizcocho y de madera.
Bodega limpia, uvas sanas, madera…
Han pasado más de ciento cincuenta años desde que mi tatarabuelo se instaló en el Grao de Valencia, más de diez desde aquella tarde otoñal en la que mi padre, mientras releía la historia de los Buendía, rememoraba su infancia pero, para mis hijas, mis sobrinos y para mí, la forma de entender la viticultura y la enología sigue siendo, en lo fundamental, la misma: cultivo esmerado de las mejores castas, elaboración y crianza artesanal en la bodega de la Casa don Ángel, en el centro del Pago Vera de Estenas.
Lo decía mi padre: no hay secretos. Hay que amar al vino.
Félix Martínez Roda
“No hay secretos, hay que amar el vino” es una de las enseñanzas que Francisco Martínez Bermell dejó como legado, que pasó a la segunda generación, y recientemente ha llegado a la tercera.
Francisco nació y creció en el Grao de Valencia, donde se hallaba la bodega familiar. Desde joven, se vio inmerso en el mundo del vino, aprendiendo cada paso del proceso de elaboración. Siempre recordaba el aroma de una bodega limpia, las uvas sanas, la mezcla de frutas y minerales, y los toques de bizcocho y madera que más tarde imitó a la perfección en Vera de Estenas.
Años después, Francisco se trasladó a Utiel para dirigir una bodega de elaboración, de la empresa de su familia. Fue en Requena donde conoció a su esposa, con quien formó nuestra familia. Poco después, decidió emprender su propio camino, convirtiéndose en un enólogo de gran prestigio a nivel nacional.
Años más tarde, quiso tener su propia bodega y crear su propia marca de vino, «Vera de Estenas», por lo que se estableció en nuestra actual bodega, la Casa Don Ángel.
La visión de Francisco siempre estuvo clara: dejar un legado de elaboración de vinos de calidad. Su filosofía se centraba en un cultivo esmerado de las mejores castas y una elaboración y crianza artesanal. Estos principios se aplican con meticulosidad en la bodega de la Casa don Ángel, situada en el corazón del Pago Vera de Estenas.
Hoy, seguimos su legado con orgullo. Mantenemos la misma dedicación al cultivo y la elaboración artesanal que nos inculcó, asegurando que cada botella de «Vera de Estenas» refleje el amor y la pasión que nuestro padre y abuelo tenía por el vino. Así, honramos su memoria y continuamos su tradición.